La fascia se encuentra en todo el cuerpo en varias capas y profundidades. Envuelven músculos, órganos y vasos, y también forman tendones y ligamentos. Forman una red compleja que atraviesa el cuerpo, nos dan agarre y forma.
Son adaptables y elásticos, pero esto también puede conducir a trastornos en el sistema musculoesquelético. Si la fascia está pegada, ya no puede deslizarse suavemente uno contra el otro, lo que limita el movimiento.
Como Tom Mayers muestra claramente en su libro "Anatomy Trains", las fascias también corren en cadenas de fascia muscular o trayectoria miofascial, lo que permite movimientos específicos.
Por ejemplo, la línea posterior superficial se extiende desde la planta del pie sobre toda la espalda, hasta el cráneo y termina en las cejas.
Las vías del tren muestran que los problemas en el sistema musculoesquelético no solo pueden tratarse localmente. Como ejemplo, una estructura acortada en el muslo puede conducir a una pelvis inclinada hacia adelante (hueca hacia atrás) y compensar aún más las desalineaciones en la parte superior del cuerpo.
La investigación actual sobre la fascia también ha demostrado que la fascia está densamente poblada con sensores de dolor y puede contraerse independientemente de los músculos.
Por lo tanto, encuentran cada vez más reconocimiento en las terapias para el dolor.
Pero no solo los sensores de dolor, sino también los receptores, que juegan un papel importante en la percepción de su propio cuerpo, la llamada "propiocepción", se pueden encontrar en el tejido fascial.
Las fascias sanas están bien regadas y aseguran movimientos suaves. Diversas influencias pueden hacer que la tela pierda elasticidad y se enrede, lo que resulta en tensión, rigidez y dolor.
Aquí es donde entra la integración estructural. El líquido es presionado por las técnicas específicas, lo que permite que el tejido absorba líquido nuevo y fresco.